durante años han querido hacerte creer que la clase obrera ya no
existía; que era cosa del pasado eso de dividir la sociedad en clases.
Durante años, tanto la propaganda de la burguesía (que también decía no
existir) como de la post-modernidad presuntamente de izquierdas te han
bombardeado con la idea de que la lucha de clases era cosa del siglo
pasado , con que ahora ya no eran tiempos de luchas estridentes y con
que toda injusticia se podía solucionar con las reglas de la democracia.
Te mentían.
La clase obrera existe, por supuesto que existe. Pero no está
organizada. Por eso, desde la óptica del enemigo – representado en
última instancia por el Gobierno – el último bastión donde la clase
obrera está organizada debe ser destruido. Y ese bastión está en las
cuencas mineras, por lo que el cierre de las minas no es una cuestión
económica, ecológica o de coyuntura, sino una cuestión estratégica para
que las futuras medidas sean un paseo triunfal de las oligarquías sobre
las vidas, los derechos, las aspiraciones e incluso la sangre de tus
compañeros, y sobre la tuya si es necesario.
Los mineros lo saben. Saben que su lucha ya no es sólo su lucha, sino
la lucha de todos los trabajadores. Hoy son nuestra luz, nuestra guía,
nuestro ejemplo y nuestro ejército. El centenario ejército que cuando
los miserables han oprimido y reprimido al pueblo siempre ha salido en
su defensa a estremecer las almas de todos los trabajadores, de todos
los estudiantes, de todo el pueblo: en 1917, en 1934, en 1962, y ahora
en 2012.
El Gobierno también lo sabe. Sabe que destruir y derrotar a los
mineros es acabar con las esperanzas del pueblo de resistir la
embestida. Quieren que cada trabajador de éste país piense: “Si los
mineros no lo han conseguido, ¿cómo vamos a conseguirlo nosotros?”.
No quiero extenderme, pero sabrás entender lo que quiero transmitirte
si me permites despedirme compartiendo contigo unos versos de Bertolt
Brecht que mi querido camarada Ivan Suarez leyó frente al Pozo Candin,
en Langreo, el pasado 7 de julio:
Y entre los oprimidos, muchos dicen ahora:
«Jamás se logrará lo que queremos».
Quien aún esté vivo no diga «jamás».
Lo firme no es firme.
Todo no seguirá igual.
Cuando hayan hablado los que dominan,
hablarán los dominados.
¿Quién puede atreverse a decir «jamás»?
¿De quién depende que siga la opresión? De nosotros.
¿De quién que se acabe? De nosotros también.
¡Que se levante aquel que está abatido!
¡Aquel que está perdido, que combata!
¿Quién podrá contener al que conoce su condición?
Pues los vencidos de hoy son los vencedores de mañana
y el jamás se convierte en hoy mismo.
Con un afectuoso saludo,
Javier Parra
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